Suceden muchas cosas, siempre suceden. Una erosión, un polvo que vuela, se golpea, erosiona, rebota y forma un montículo. O dos, o tres… Contra un zócalo, sobre una ramita en el piso, en un agujerito de la pared. No sale en los diarios ni en la tele lo discuten los gobernantes. Unos tres acá, cinco allá, doscientos que se juntaron, un gran quilombo de miles, y entre esos miles cuatro o cinco otra vez armaron algo extraño que no sale en los diarios ni en la tele. Minusculidad erosiva/amontonativa. Así funciona.
¿Cómo se lee esto? Hay que hacer una experimentación e ir obteniendo un método. “Siempre se trata de flujos”, dice Deleuze. ¿Qué hacer con ese enunciado para que no se vuelva de sujeto a sujeto? Una especie de retroactiva, de rebote inmediato, de líquido que reviente contra el punto después de la palabra “flujos” y retome como una ola sobre el enunciado manteniéndolo líquido. No es tan fácil leer. No es preguntarse quien lo dice, cuál su sentido, qué significa ese concepto. No es tan fácil leer una experiencia de escritura. Se requiere un experimento de lectura, que es una cosa mucho más rara.
( Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia. Prólogo. Ed Catctus.)